Los fabulosos conocimientos del pueblo “dogón” sobre la
estrella “Sirio” se han considerado un misterio durante décadas. Sin
telescopios ni otros medios tecnológicos, ¿cómo alcanzaron los “dogones” esos
conocimientos?
Sin embargo, Sirio, la estrella más brillante del cielo
nocturno, es visible desde el polo sur terrestre hasta las latitudes de
Islandia. Desde las civilizaciones más antiguas su intenso brillo siempre ha fomentado
la curiosidad y fantasía del hombre; en Egipto, por citar un ejemplo, el día de
su aparición sobre el horizonte después de un periodo de invisibilidad (lo que
los astrónomos llamamos el ‘orto helíaco’) marcaba el inicio de las
inundaciones del Nilo.
Por lo tanto, Sirio debe su intenso brillo aparente a su
proximidad a la Tierra, pues se encuentra a una distancia de tan sólo 8,6
años-luz. La estrella que nos fascina a simple vista es dos veces más masiva y
25 veces más luminosa que el Sol.
El estudio de este movimiento, que presenta unas marcadas oscilaciones,
lo que hizo predecir al astrónomo alemán “Friedrich Bessel” en 1844 la
existencia de una pequeña compañera, Sirio B, que acabó siendo observada por el
astrónomo estadounidense “Alvan Graham Clark” en 1862.
Sabemos hoy que Sirio B
no es más que una estrella enana blanca, un pequeñísimo residuo estelar
compacto e inerte. Aunque tiene la mitad de la masa del Sol, Sirio B es del
tamaño de nuestro planeta Tierra. Por su débil brillo y su proximidad a la
deslumbrante “Sirio A”, es imposible observar Sirio B sin un buen telescopio.
Sirio A y Sirio B se encuentran ligadas gravitacionalmente.
Según se estimó en 1851, una década antes de la primera observación de Sirio B,
el tiempo que tarda ésta en dar una vuelta alrededor de “Sirio A” es de 50
años. Más recientemente se han detectado ciertas anomalías en el movimiento
orbital de Sirio B que podrían explicarse con la presencia de una hipotética
tercera estrella, Sirio C, que a pesar de los esfuerzos de los astrónomos nunca
ha sido observada, por lo que su existencia resulta aún incierta.
Cultura ancestral, astronomía avanzada
Los “dogones” son un grupo étnico establecido en el centro
de Malí, cerca del rio Níger y en torno a la gran falla de “Bandiagara”. Sus
tradiciones religiosas y su cultura son ancestrales: conservan vistosos bailes
con espectaculares máscaras, cultivan una original técnica en escultura y
practican una arquitectura muy peculiar: las viviendas “dogonas” construidas en
la misma falla “Bandiagara” son patrimonio de la humanidad. Según una tradición
“dogona” unos dioses anfibios (llamados “Nommo”) llegaron en tiempos remotos
desde el cielo en un barco volador.
El antropólogo francés “Marcel Griaule” (1898-1956) estudió
a los “dogones”
durante los últimos 25 años de su vida. Analizó sus tradiciones
y creencias gracias a unas extensas conversaciones con el chamán ciego “Ogotemeli”.
El contenido de éstas fue recogido documentalmente por “Germaine Dieterlen”
(1903-1999), estrecha colaboradora de “Griaule”, en su libro “Le renard pâle”.
Y es aquí donde entran “Sirio” astros.
Relatan “Griaule y Dieterlen” que, cada 50 años
aproximadamente, los “dogones” celebraban una fiesta llamada “sigui” que estaba
íntimamente relacionada con la estrella “Sirio”. Según “Dieterlen”, “Ogotomeli”
habría revelado a “Griaule” unos conocimientos avanzadísimos de astronomía.
Los
“dogones” atávicos ya conocían los anillos de Saturno, los cuatro satélites “galileanos”
de Júpiter y, lo que es aún más sorprendente, sabían perfectamente que “Sirio”
era una estrella doble. Es más, la periodicidad de 50 años de la fiesta “sigui”
tendría su raíz en el periodo orbital de Sirio B.
Arqueología
En 1976, el escritor anglo-americano Robert K.G: Temple
publicó ‘El misterio de Sirio’, un libro en el que sostenía la tesis de que
unos extraterrestres, que habrían entrado en contacto con la civilización
egipcia hace unos 5.000 años, habrían comunicado sus extraordinarios
conocimientos de astronomía, y estos conocimientos habrían sido transferidos por
los egipcios a los “dogones”. Como “Sirio” era tan importante para los
egipcios, pusieron mucho énfasis en comunicar sus conocimientos.
Naturalmente
los extraterrestres fueron incorporados a la arcaica tradición “dogona” como
los dioses “Nommo”. Temple incluso llega a encontrar indicios en la cultura “dogona”
de la posibilidad de que “Sirio” fuese una estrella triple, argumentando que
conocían la existencia tanto de Sirio B como de Sirio C.
A pesar de lo fascinante de la historia, nadie medianamente
serio cree hoy en las tesis de Temple. Hace 20 años que el antropólogo danés
Walter van “Beek” emprendió un concienzudo trabajo de campo con el pueblo “dogón”
y quedó sorprendido por sus modestos conocimientos de astronomía. Van “Beek”
publicó un trabajo (‘Dogon restudied’) en el que subrayó que las tesis de
Temple son especulaciones sobre los relatos de “Griaule” y “Dieterlen” que, a
su vez, están basados exclusivamente en una fuente: el chamán “Ogotemeli”.
Sin duda los “dogones” habían tenido contacto con los
occidentales antes de la llegada de “Griaule” a su territorio. Van “Beek” se
refiere a un misionero jesuita que visitó a los “dogones” antes de “Griaule”.
El astrónomo francés Henri Alexandre Deslandres estuvo en territorio “dogón”,
con una expedición científica, observando un eclipse de Sol en 1893. Es de
resaltar que “Griaule” también era astrónomo.
Creo que es fabulosos saber e informarnos ¿Tú que crees?
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